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ECO DEL TERROR
La idea olímpica entre el ideal y la realidad
Este ensayo refleja únicamente la opinión personal de O.M. Gruber-Lavin y no constituye una declaración oficial de la Unión Lázaro.
Los Juegos Olímpicos son un símbolo fascinante de paz universal y armonía internacional. Desde sus antiguos orígenes, se han establecido como un momento de paz en un clima político mundial a menudo conflictivo. Sin embargo, este ideal se ha visto cuestionado en repetidas ocasiones por realidades brutales. En particular, el atentado contra los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich y los recientes acontecimientos en torno a los Juegos de 2024 demuestran lo difícil que es hacer realidad este idealismo en el mundo real. Hoy, en el aniversario del atentado de Múnich, un nuevo ataque contra el consulado israelí en Múnich es un doloroso recordatorio del drama actual y de la reiterada incapacidad para mantener la paz olímpica.
La antigua tradición: paz y competencia
En la antigüedad, los Juegos Olímpicos eran algo más que un acontecimiento deportivo: eran un símbolo de paz. Durante los Juegos Olímpicos se declaraba en Grecia la "Ekecheiria", una tregua sagrada que permitía a atletas y visitantes viajar y vivir los Juegos con seguridad. Esta tradición no era sólo un acto de competición deportiva, sino también un compromiso cultural y religioso profundamente arraigado para cesar las hostilidades y garantizar un estado de paz durante los Juegos.
La idea de los Ekecheiria era simple: a través de la competición deportiva, todos los conflictos debían quedar en suspenso durante la duración de los juegos para honrar el espíritu humanista del deporte y promover el bien común. Era un intento idealista de resolver los conflictos de la época mediante el diálogo y la competición.
El atentado de 1972: un final brutal para la armonía olímpica
Los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich estuvieron muy lejos de los ideales de la antigua Ekecheiria. El 5 de septiembre de 1972, miembros del grupo terrorista palestino "Septiembre Negro" atacaron al equipo israelí, dando lugar a un trágico y sangriento incidente en el que fueron asesinados once atletas israelíes. El ataque fue una desgarradora muestra de cómo la paz olímpica puede verse destruida por un conflicto político profundamente arraigado y por la violencia extremista.
Este incidente puso en tela de juicio no sólo los dispositivos de seguridad de los Juegos Olímpicos, sino también la cuestión fundamental de si la paz olímpica es una visión realista y alcanzable, o simplemente un ideal inalcanzable que se ve continuamente deshecho por las brutales realidades del mundo geopolítico.
La realidad de 2024: un nuevo ataque, una nueva sombra
En el día de hoy, aniversario del atentado de 1972, un nuevo ataque contra el consulado israelí en Múnich nos recuerda la vigencia y el dramatismo de los conflictos geopolíticos. Aunque el aparato de seguridad moderno ha avanzado mucho y el mundo se ha vuelto más seguro en muchos aspectos, el mundo de la política internacional sigue siendo un lugar de inseguridad y violencia constantes.
El ataque al consulado es un doloroso recordatorio de que, incluso en tiempos de celebraciones mundiales como los Juegos Olímpicos, los ideales de paz y armonía se enfrentan a menudo a duras pruebas en la realidad. El mundo ha cambiado desde 1972, pero los conflictos fundamentales y la violencia que dominan la escena mundial permanecen. El hecho de que un atentado de este tipo se perpetrara en el aniversario de la masacre de Múnich es especialmente simbólico y pone de relieve el desafío constante que supone mantener la paz en un contexto mundial plagado de conflictos.
La brecha entre el ideal y la realidad: el conflicto inevitable
La repetida colisión entre los ideales de los Juegos Olímpicos y la brutal realidad de la violencia geopolítica revela un profundo abismo entre la idea de un armonioso espíritu comunitario internacional y la dura realidad de las tensiones geopolíticas. Los juegos antiguos tenían su lugar en un mundo diferente, y los juegos actuales, a pesar de todos los esfuerzos por crear un momento de paz, no siempre pueden garantizar esta continuidad histórica de la paz.
Los retos de la política mundial contemporánea, incluido el actual conflicto israelo-palestino, ilustran que los Juegos Olímpicos sirven a menudo de escenario de reflexión más que de solución a los conflictos mundiales. Los días de recuerdo y conmemoración como el de hoy nos recuerdan la continua actualidad de estos conflictos y que los ideales de los Juegos Olímpicos -paz, armonía y cooperación internacional- se ponen constantemente a prueba.
Un ideal inacabado
El ideal olímpico de Ekecheiria, que los antiguos griegos intentaron hacer realidad, sigue siendo un objetivo fascinante y ambicioso. Sin embargo, la realidad de la violencia geopolítica que vemos hoy en día, especialmente en los contextos de 1972 y 2024, nos muestra lo difícil que es convertir este idealismo en realidad. Mientras el mundo sigue enfrentándose a conflictos que desafían la visión olímpica de la armonía universal, el deseo de paz sigue siendo un ideal constante, aunque a menudo inalcanzable.
Los acontecimientos de hoy son un doloroso recordatorio de que el camino hacia la verdadera paz mundial dista mucho de haberse completado y de que debemos seguir esforzándonos por salvar la distancia entre el ideal y la realidad. Los Juegos Olímpicos siguen siendo un brillante símbolo de estos esfuerzos, pero también un reflejo de los retos que deben superarse en el camino hacia la paz.